Los hay que ocultan
sus sentimientos
detrás del árbol
más frondoso;
y los hay que los exponen
en demasía
(luego, tal vez,
se arrepienten)
-o no-
mas esa es su naturaleza
y supongo que está muy bien
no renunciar a ella;
en fin, hay quienes temen
al amor, en uno o varios aspectos;
es así
que si no se esconden,
fingen "estar"
cada tanto:
una palabra, apenas,
un signo, otro indicio
de que aún están ahí,
a la espera de la reacción del otro,
siempre a la espera.
Y el otro, el que exhibe quien es,
qué siente, en qué cree
sin tapujos,
sin tabúes,
sin reservas,
probablemente,
insista
en gritarle: "piedra libre"
para que libere, poco a poco,
a ese corazón atormentado
de su cárcel-refugio;
o si es fuerte y se atreve
-cuando la cárcel- refugio se vuelve un muro inquebrantable-
intente derribarlo
para luego convencerlo
con su sonrisa,
con sus ilusiones estridentes,
con el alma abierta
de par en par
para que ese ancestral temor
se desvanezca;
los hay de unos
y de los otros;
por mi parte, elijo
a los osados,
a los que no piensan
en las consecuencias;
no especulan
con lo que estarían dispuestos
a dar;
¡dan... y listo!
luego sucederá
lo que el universo disponga
para el caso;
nada es previsible
ni definitivo.
Y solo de ese modo,
atreviéndose,
se logra
hasta lo que se consideraba
absolutamente imposible.