Quizás,
en estas fiestas
no nos sea posible
regalar algunas o muchas cosas
como veníamos haciéndolo todos los años;
sí hay cosas
no materiales
que podemos obsequiar
entonces, rebalsaría de felicidad
el corazón,
el alma:
ayudar con algo, sea un objeto,
una carta,
una palabra, esa frase alentadora,
¡compañía
para alguien que la necesite!
¡Y claro que sería fantástico dejar de criticar
al que piensa en forma distinta,
aceptarlo, comprenderlo,
no discriminarlo!
¡perdonar!
así, el otro
no lo disponga de igual modo;
nuestro perdón,
nuestro olvido de sus ofensas
nos aliviaría,
nos quitaría esa terrible carga
de rabia, ideas de venganza,
¡negatividad absoluta!
¡ si pudiéramos apartarnos de la oscuridad,
intentar reencontrarnos
con la luz, con nuestra propia luz!
¡y esparcirla!
a todos, a los que queremos
y nos hicieron, nos hacen bien
pero también a los que nos dañaron,
nos abandonaron, nos traicionaron,
nos ilusionaron
para luego esfumarse
de nuestra vida;
no importa
si ellos no se disculpan;
si no tienen remordimientos,
si no registran nuestro dolor,
nuestro extrañamiento;
nosotros sí lo registramos
y pese a ello, sería lo mejor
olvidarnos,
pasar la página,
reencontrarnos
con los que nos valoran,
nos suman,
¡nos aman
de verdad!
abrazarlos, darles muchos besos,
muchísimos buenos deseos,
comprensión, apoyo, empatía
son los mejores presentes
que este año
nuestro Santa Claus interior
podría ofrecer
y si el milagro acontece,
-sin exigencias ni expectativas-
también
recibir.
¡Feliz Navidad para todos!