Te extraño.
Cada vez cuesta más
seguir fingiendo
que seguí,
cuando estuve detenida
y sigo así,
aunque me salga bastante bien
esto del disimulo;
me quedé parada
frente a unos ojos
que tengo tan presentes
aunque no los vea
desde hace tiempo;
me quedé muda
ante unas palabras
que también evoco
y no solo las más recientes;
me quedé rígida:
mi cuerpo sigue anhelando el tuyo,
así
no recuerde, -¿lo recuerdo?-
tu calor, tu olor;
y no sé cómo se sigue
y no sé cuánto dura
este proceso
de "soltar".
-según dicen
es lo que habría que hacer, ¿no?-
nadie puede ponerse
en los zapatos
ni en el corazón
-mucho menos-
de un otro;
todos vivimos
quien más, quien menos
distintas instancias:
el olvido,
el fingimiento de olvido,
la insistencia
de todo nuestro ser
en algo, en alguien
que aunque sepamos
que jamás volverá
ni escribirá ni telefoneará
no podemos quitárnoslo
de encima,
ni en días,
ni en mil años.
Es muy difícil.
Es muy triste.
Seguir mostrándose como si tal cosa,
mientras se está destrozado por dentro;
convertido uno en una especie de enamorado cuasi eterno,
apasionado hasta el delirio
por alguien que tal vez,
poco o nada le ha ofrecido
y sin embargo...
Dirán que, al menos, sirve para escribir
sobre ello,
como en este texto,
en tantos otros.
Y sí.
Es para lo que sirve.