Tal vez
todo o mucho resida
en hurgar
en nuestros placeres,
en nuestras minúsculas alegrías
hasta reencontrarnos
con el motivo,
con esa chispa
que a algunos nos acompaña,
afortunadamente
y por un rato
-que no es poco-
nos aleja
de la oscuridad, de los miedos,
de las incomodidades
¡y las comodidades!
¡la extenuante rutina!
¡los nefastos noticieros!
no es algo trivial,
podría ser el escape,
¡el reencuentro con el sentido!
siempre habrá un espacio pequeño,
exclusivo,
así, no se vea ni se detecte
fácilmente,
en que refugiarnos
como cuando llueve intensamente
y nos quedamos un tiempo
debajo de algún techo, de algún reparo;
en ese punto
somos nosotros mismos
mucho, muchísimo más,
no me caben dudas;
¡el sitial de la sonrisa,
del auto-abrazo!
el de "lo bueno está por venir":
empezar, siquiera, a imaginarlo
y ¿por qué no?
comenzar a crearlo;
no renuncio
de ningún modo
a esos momentos excelsos,
¡que son la vida entera!
instantes
que me reconcilian
con tantos, con todos,
con todo,
conmigo.
Ceder
es morir un poco.
Ceder
a que nada vale la pena
es deambular,
cegados por el descreimiento,
por un terreno resbaladizo,
altamente peligroso
quizás, irretornable.