jueves, febrero 01, 2024

Penélope se hartó

 ¡Qué tarde 

  llegaron sus ojos

  a mirarla!


  ¡a dejar de mirarse

  únicamente a sí mismos!


  ¡qué tarde!


   El encanto

   se había esfumado,


   como lo haría ese verano,

   como lo haría el siguiente invierno,


   como lo harían

   las hojas de los árboles

   en el maravilloso siguiente otoño


   y los que vendrían.


   Ya no temblaba,

   no esperaba, no temía;


   le daba igual

   esa ancestral presencia-ausencia,


   Todo pasa:

   el dolor, la espera, las ganas


   y el amor.


  Hasta que llega el día

  en que lo que perturbó el corazón,

  alteró el espíritu,


  desdibujó momentos,

  planes, ideas,


  transformó la rutina,

  en todos, tantos sentidos,


  increíblemente

  o no,


  deja de importar,


  no moviliza,

  deja de perturbar


  las noches

  y los despertares;

  

   no existe.


  Algo así le sucedió, al parecer,

  a Penélope,


  -según dicen por ahí-:


  harta de padecer en vano,

  arrojó, para siempre, a un barranco

  sus elementos de tejido:


  a partir de ese hecho,

  cuentan que se la veía muy sonriente


  empeñada como estaba

  en recomponer su vida.


 

  



 

Cristina Del Gaudio

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