El ánimo decae.
Entonces
están ellos:
árboles, flores,
hojas que anticipan el otoño,
pájaros,
para frenar nuestras oscuridades,
para renovar aquellos goces
¿olvidados?
según donde se habite,
siempre: un retazo de la inigualable naturaleza
que logra despertar
como nada ni nadie
a nuestro espíritu,
¡a nuestro ser natural!
basta con decidirse,
¡bloquear toda tortura!,
enfocados, únicamente,
en ese cielo poderoso,
en esas increíbles exhibiciones
de verde, de amarillos ocre,
en esas flores, muy pequeñas algunas,
de diversos colores;
en montañas
junto a lagos
que devuelven
a esos momentos de paz
tan añorados
¡y tan al alcance
de quienes habitan
en esos parajes!
es cuestión de salir
al aire, respirar, absorber
toda esa desinteresada labor
de natura,
en pos de nuestra vista,
de nuestra alma,
de nuestra revalorización
de lo que importa,
de lo que nos rehabilita,
reconcilia con nosotros mismos;
sin saberlo,
están allí
para devolvernos las sonrisas,
las ganas,
ese optimismo
tristemente
perdido,
en algunos casos;
pero nunca, jamás
definitivamente.