Estaba allí.
Está allí.
Como cada día,
¡como nunca antes!
como si las tan intensas lluvias
ni la hubieran rozado:
el sol arde
sobre los pétalos violáceos
de la que se ignora
su origen:
-tal vez, el viento
tenga algo que ver con ello-;
reverencié su existencia,
agradecí al universo su incentivo cotidiano;
pasar por ese sitio
sin mirarla y admirarla
no sería lo mismo.
Me pregunto si alguien más
advirtió, advierte su existencia;
me pregunto, aun con mayor curiosidad,
si quien la advierte o advirtió
valora, valoraría
su valioso regalo incondicional;
pues está, florece,
se cubre de hojas verdes o amarillentas,
según la estación
sin que se lo pidan,
sin esperar ni una mirada, ni un saludo,
ni este ni ningún poema.