Apareció
de pronto;
no fue necesario
esperar demasiado;
la naturaleza
tiene sus tiempos,
sus ciclos,
sus metamorfosis;
a diferencia de los "humanos":
no siempre su reaparición
significa alegría;
-en ocasiones, sucede todo lo contrario-
ni sus continuos cambios,
ni sus demandas;
las personas, digamos mejor,
tienen, tenemos facetas ocultas
que no se develan
por más que se evidencien;
que se ignoran,
quizás, se disimulen;
que pueden dañar,
que pueden sí modificar el ánimo
pero empeorándolo.
Por eso,
¡que vuelva el sol!
siempre será
recibido con felicidad,
como renovador indiscutible
de impulsos, de ansias;
¡urge salir!
para sentir su calor en el rostro,
pese al frío;
mas el regreso de alguien cuestionable
no produce impulsos positivos,
en verdad, ganas pero de huirle,
ideas en que no deseamos recaer,
comportamientos que no deseamos reiterar;
oscuridad, negación,
miedo.
El sol
puede regresar, en fin,
cuando lo desee,
nadie o casi nadie
lo discute;
pero hay gente
que es preferible
se quede lejos
muy, muy lejos
de nosotros.
Por nuestra entereza
física, mental,
por nuestra paz,
por nuestra vida.