¿Valientes?
no hace falta
siquiera, asemejarse a los grandes patriotas;
valiente
es el que sale día tras día
corriendo a un micro
o haciendo filas tremendas
para tomar el tren,
para obtener un producto
o varios a precios más accesibles;
valiente
es el que pese a sus bajos ingresos
hace cuentas y hace cuentas
y consigue
llevar el alimento a la mesa,
enviar a sus hijos a la escuela,
adquirir u obtener como puede
los útiles, los libros que necesita;
valiente
es el que en medio del frío,
del viento, de la peor tormenta
sale a la lucha cotidiana,
¿son más fuertes que los otros,
los que esperan que alguien les de todo,
los auxilie, se esfuerce por ellos?
no.
Los mueve la dignidad,
la satisfacción de la labor cumplida,
la tranquilidad de su conciencia
al saber que su esfuerzo tiene la mejor de las recompensas:
el amor,
las risas,
el aprendizaje,
la salud,
la tranquilidad
de su familia;
claro que puede fallar:
desempleo, desastres climáticos,
¡guerras!
aniquiladoras
de todo aquello por lo que se esforzaron,
pérdidas
de sus seres amados,
de sus hogares,
de su modesta
aunque cálida, vida anterior;
pues estos últimos,
como pueden y más de lo que pueden
siguen peleándola,
desde las peores circunstancias,
desde haberlo perdido todo,
menos su valentía,
menos su constancia,
menos sus ganas
de sobrevivir a todo,
en pos
de quienes quedan:
quienes como él,
se hicieron fuertes,
no renunciaron
y siguieron.
Pues de eso se trata,
esa es la actitud y el accionar
de los verdaderos valientes:
sobreponerse
a lo que sea,
incluso a pérdidas irremediables,
incluso sin tener casi nada o nada
de apoyo, de ayuda
¡solo ellos!
solo su escudo inquebrantable:
su fe, su fuerza espiritual
los sostiene,
incentivándolos,
insistiéndoles
en que la vida, su vida,
-como sea que se de-,
continúa.
Nunca acaba antes,
suceda lo que suceda.