En ocasiones,
nos esforzamos, en vano,
en explicar, a quien sea,
lo que nos está pasando
o nos haya pasado;
nadie, nunca,
podrá entenderlo
pues no estuvo o no está
en nuestro lugar
y toda situación
se contempla desde la óptica
de cada uno
y somos diferentes;
así cualquiera haya vivido
algo que se asemeje: una pérdida, un abandono,
un maltrato de la índole que haya sido o que sea,
problemas de la índole que hayan sido
o que sean,
nunca los vive ni los vivió,
¡ni los vivirá!
como lo vive uno;
para algunos,
determinado conflicto
les parecerá, les parece una tontería
¡y para otros,
el mismo o un conflicto similar
le resultará, le resulta catástrofico, insalvable!
esto sucede
por las diferencias
que tenemos, más allá de razas, religiones
ideas políticas.
Me refiero
a las diferencias de criterio,
provenientes de la crianza, las influencias,
los contactos
que hayamos tenido,
los sitios
en que estuvimos,
etc.etc.etc.
El ámbito en que alguien se crió,
en que estudió, en que se enamoró,
las ocupaciones, los empleos,
las amistades,
el nivel socio-económico-cultural;
¡hay tantos factores
que inciden en la diversidad de las ópticas,
de los pensamientos, de los juicios sobre los hechos!
Y retomamos el punto principal:
uno mismo.
Si uno ve o vive una dificultad,
un logro, un fracaso (o lo considera así),
un amor no correspondido,
en fin, un conflicto
del tipo que sea
del modo en que sea,
eso es lo importante.
Buscar la aprobación,
el aplauso, el empuje,
las "lecciones" que se empeñan, algunos,
en brindarnos,
solo nos irrita, no nos ayuda en nada,
ni siquiera en la catarsis que implica
el relato de la cuestión;
confiemos en nuestros criterios,
démonos nuestras propias lecciones de vida,
apoyémonos,
permitámonos decaer, malhumorarnos,
¡llorar! padecer o alegrarnos en exceso;
¡permitámonos vivir
según nuestras propias reglas,
nuestros deseos, nuestros sueños,
nuestra forma de ser, de actuar, de elegir!
Querrámonos, aceptémonos,
tal como somos.
No es tan complicado...¿o si?