Él es feliz.
Como sea,
con lo que sea,
no necesita
más de lo que tiene:
su trabajo,
ver una película
¡y recordar hasta los parlamentos!
es feliz
solo por estar vivo.
Se nota
en su tono de voz,
en sus bromas,
algunas muy simples.
El hecho de no esperar demasiado
de las situaciones,
de las personas,
de la vida.
Simplemente,
estar donde está.
Una barrita de chocolate
es una fiesta,
un café...o varios
¡ni hablar!
en un punto lo entiendo,
pues yo era así.
Ahora
no sé bien por qué
ya casi nada me hace reír,
¿por qué
necesito cosas y cosas?
y nada me alcanza,
ni me alcanzaría.
Si bien antes
mis palabras
bastaban,
llenaban mis momentos,
mis horas, mis días
hoy son un rato,
la traducción de un recuerdo,
¿de un sueño?
tal vez, no sé,
si tiene que ver con eso:
El sueño
que no dejó nunca de perseguirme.
Me autoimpongo
olvidarte, olvidar todo aquello,
olvidar tus ojos,
tu piel, tu aliento,
tu voz, tus palabras.
Pero no.
Hay lágrimas fosilizadas
en mi alma.
En un alto porcentaje
motivadas por aquello que tuvimos
que fue único,
por eso, inolvidable.
Claro que intento
seguir, repensar todo aquello,
asumir
que es imposible,
que siempre lo fue,
así me de cuenta ahora.
De todos modos,
me da igual
estar aquí,
no estarlo,
salir,
ver películas, más, menos interesantes,
saludar a la enredadera,
tomar muchos cafés,
nada es igual
desde hace rato.
No lo consigo.
No lo consigo.