jueves, agosto 08, 2024

Un sueño que no dejó nunca de perseguirme

 Él es feliz.


 Como sea,

 con lo que sea,


 no necesita

más de lo que tiene:


su trabajo,


ver una película

¡y recordar hasta los parlamentos!


es feliz

solo por estar vivo.


Se nota

en su tono de voz,


en sus bromas,

algunas muy simples.


El hecho de no esperar demasiado

de las situaciones,


de las personas,


de la vida.


Simplemente,

estar donde está.


Una barrita de chocolate

es una fiesta,


un café...o varios

¡ni hablar!


en un punto lo entiendo,

pues yo era así.


Ahora

no sé bien por qué

ya casi nada me hace reír,


¿por qué

necesito cosas y cosas?


y nada me alcanza,

ni me alcanzaría.


Si bien antes

mis palabras

bastaban,


llenaban mis momentos,

mis horas, mis días


hoy son un rato,

la traducción de un recuerdo,


¿de un sueño?


tal vez, no sé,

si tiene que ver con eso:


El sueño

que no dejó nunca de perseguirme.


Me autoimpongo

olvidarte, olvidar todo aquello,


olvidar tus ojos,

tu piel, tu aliento,

tu voz, tus palabras.


Pero no.


Hay lágrimas fosilizadas

en mi alma.


En un alto porcentaje

motivadas por aquello que tuvimos

que fue único, 


por eso, inolvidable.


Claro que intento

seguir, repensar todo aquello,


asumir

que es imposible,


que siempre lo fue,

así me de cuenta ahora.


De todos modos,


me da igual


estar aquí,

no estarlo,


salir,

ver películas, más, menos interesantes,


saludar a la enredadera,

tomar muchos cafés,


nada es igual

desde hace rato.


No lo consigo.


No lo consigo.

Cristina Del Gaudio

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