Escribirles
¿a quiénes,
a otros?
¿a aquellos que en su mayoría, nunca vi?
¿a mí misma?
¿a quién, a quiénes?
líneas y más líneas,
palabras que se intenta no repetir,
a veces, catárticas,
¿a alguien le importa?
me siento, camino, duermo,
hago o no hago lo que sea
y ahí siguen esas malditas palabras
¿exigiéndome?¿recordándome?
¿proponiéndome justificar mi existencia?
ahí están.
Me atrapan
con su mágico influjo,
me trasladan
en su alfombra mágica,
susurran en mi oído
cosas en las que no quiero, siquiera, pensar,
a las que no quiero invocar;
sin embargo, insisten,
¿qué haré con ellas?
¿morirán conmigo
cuando muera?
¡palabras, no son más que palabras!
-dirán los que no entienden-;
se convirtieron
en una especie de alter ego,
en una obsesión,
en una inclinación
inexorable, punzante,
¡tantas veces, abrumadora!
palabras que escupo
contra el viento
y regresan,
siempre, siempre
regresan.