Posible,
siempre es posible,
al menos,
en nuestra imaginación
-y no es poco-;
¿por qué no seguir soñando?
¿por qué dejarse convencer
por quienes emanan energía negativa,
obstaculizan, enarbolan su descreimiento,
maldicen,
como si desearan
que todo lo malo, lo peor
sucediera,
de una vez por todas,
que todo, absolutamente,
acabara y ya?
¿seres
que se han extraviado?
quizás,
no tengan retorno.
Quizás,
hasta los perturben
los días soleados, las voces alegres,
los niños,
sus travesuras, sus exclamaciones,
su inocencia.
¿será porque sienten que la perdieron
y desearían recuperarla
pero no saben cómo hacerlo,
cómo regresar a esos años?
pobres seres.
Hay un mundo afuera,
también dentro nuestro;
hay tanto para gozar,
para leer, para releer,
para admirar,
para desear,
para ilusionarse,
¡para amar!
¡tantos motivos
para seguir aquí
sonriéndole
a la existencia!
es muy difícil
retornar de la decepción,
-pues, probablemente,
de eso se trate-.
Pero se puede,
si el corazón retoma el mando
se puede,
¡siempre se puede!
¡vamos, a salir
a acariciar la brisa fresca,
a dejarnos acariciar por ella!
¡a salir
en busca de una mirada amiga,
de un gesto cálido,
de un reencuentro,
de un abrazo apretado!
puede pensarse
como algo utópico.
Les juro
que la intención,
el cambio de actitud,
-verdadero no fingido-
suman
a nuestro espíritu,
a nuestros empeños,
a ese yo
que pugna por mostrar
y de-mostrar;
ese yo
que por miedo,
por rabia, por vergüenza,
por pena,
por desilusión,
se oculta,
se aleja,
se encapsula.