Te perdono
-y me perdono-
solo por ese día,
ese encuentro,
ese otro día,
ese otro encuentro...
¡Y por aquel reencuentro!
el inesperado, inolvidable,
incomparable beso,
el abrazo
que era un antes, un ahora, un después;
te perdono
porque fuiste lo más lindo
que tuve o no tuve
pero deseé
y sigo deseando
tener;
te perdono
porque no hubo ni habrá
alguien tan increíble,
-con sus menos
y sus más-;
alguien
que me inspira
todavía, pese al tiempo,
alguien
que significó
lo que nunca puede ni podrá olvidarse;
te perdono,
me perdono
porque todo
y pese a tanto,
también al dolor
también a los desencuentros,
todo, digo,
y más que todo
me conduce
a vos.
Y esto parece
que permanecerá, al menos, en mi corazón,
en mi cuerpo,
en mi cabeza,
¡en mis letras!
por siempre.
Te perdono
por haber sido parte
de un fragmento trascendental
de mi existencia.