¡Un árbol de Navidad!
así digan que no tiene que ver
con ningún credo,
que Papá Noel
o Santa Claus
o como prefieran
llamarlo,
es un símbolo
de lo profano;
¡todo eso no importa!
nada importa
si los que se quieren están juntos
-quizás, por única vez
en el año-;
si se extraña, aun con más profundidad,
a aquel o aquella que no se fue del todo
pues dejó...
historia, anécdotas, enseñanzas,
conversaciones, risas,
amor, mucho amor,
dentro de nosotros,
en nuestro corazón.
¡Navidad es la resurrección
siquiera, en ese festejo,
-como se haga y como se pueda hacer-,
de los afectos, de la amistad,
de los recuerdos, compartidos o no,
de las ilusiones,
de nuestra condición humana!
Navidad:
no se trata de paquetes bonitos,
no se trata de ostentosos banquetes.
¡No, claro que no!
Navidad
es el regreso
a lo verdadero, a lo que conmueve,
reúne,
a los abrazos que tanto se necesitan,
a las miradas, las palabras, los guiños cómplices,
a darnos cuenta
de los simples "tesoros"
que poseemos,
renunciar, al menos por un momento,
a ese afán desmedido
de poseer más y más
y demostrarlo,
exhibirlo,
ostentarlo;
¡es VER!
lo que somos, lo tanto que tenemos,
¡los que tenemos!
¡es el retorno de las pequeñas felicidades!
al colocar esa estrella, esos globos de colores,
con alegría, con ganas,
con esperanzas;
(si es de a dos o más,
¡mucho mejor!);
es el regreso a los valores
que alguna vez tuvieron
tremenda trascendencia;
pequeños rituales
que nos devuelven a la emoción, la sensibilidad,
nos hermanan con los demás,
así, ni siquiera los conozcamos;
nos retornan a lo mejor de cada uno
así aconteciera
por unos pocos pero invalorables
días.