Las letras siguen siendo
las mismas
y las palabras y sus variantes;
los signos de puntuación,
también;
-siempre según la famosa, tortuosa para algunos,
normativa-;
de todos modos,
aun al haber escrito mucho más que muchos
aprendo cada día
de mí misma,
de mi antes,
de mi ahora,
de mi dentro de un rato,
mañana, ¿quién sabe?
es importante
reconocer
una posible o inevitable
evolución;
un cambio inesperado
y esperado,
un eslabón más
o menos;
un parate,
una reflexión
oportuna;
la palabra de un otro,
asida, de pronto, a nuestra propia palabra;
-no desestimo
esa opción-;
¡cuántas veces
conté historias o escribí versos
acerca de vivencias ajenas,
escuchadas
en la calle, en algún bar,
donde sea!
el hombre
que hace años pasa
ofreciendo vender o comprar
un poco de todo
también me impulsa
a seguir, a no desistir,
a esperar con ansias
el bendito o maldito
instante
en que el texto fluye,
desenfadado,
más o menos
corregible o no;
todo, absolutamente,
sirve:
una sonrisa inesperada,
una presencia esperada o no,
un abrazo,
un no abrazo
porque no se pudo,
porque el temor lo frenó;
cualquier persona,
cualquier página de cualquier libro,
una, varias frases escritas en las redes,
expresada por locutores,
por personajes de cualquier tipo de ficción;
cualquier recuerdo,
bellísimo, pésimo,
cualquier objeto,
cualquier persona,
una mirada, una frase precisa,
una sugerencia,
¡hasta el vacío,
el miedo,
la soledad, la pena!
todo suma,
todo se añade,
¡todo es posible!
en el universo del juego infinito:
el del poeta, escritor,
narrador,
¿decidor?