Con el fin de renovar
la creencia en milagros
les cuento
que temprano
la niebla cubría todo
al menos, en mi ciudad,
aun con los espíritus
colmados de celeste y blanco;
bastó con confiar
en que se disiparía,
o en todo lo contrario,
algo así como en la eternidad de los fenómenos,
- aplica a todo-;
como sea, ahora,
no sé en qué momento,
-mis letras, como casi siempre,
se empeñan
y logran distraerme-
prosigo:
un sol radiante
refuta
toda creencia
en posibles próximas tormentas
o circunstancias climáticas
de índole similar;
de nuevo, brillan los tejados,
estallan los verdes, los amarillos, los ocres,
el milagro de la vida
jugó a las escondidas
detrás de un manto blanco,
durante unas horas.
¡Y ahora este cielo!
azul, ¡azulísimo!
confiemos en que siempre,
más allá de lo que suceda,
el sol regresa
y la oscuridad,
la invisibilidad de las cosas
se exilia
hasta una nueva cita.
(No seamos nosotros mismos
sus convocantes).