No alcanza
con esperar,
siempre esperar
el milagro
que nunca llega;
No alcanza
con ese sueño recortado,
fugaz,
como esos repartos
de las películas
que pasan tan rápido
y no dejan ver
el nombre que no recordábamos;
no alcanza
con nombrarte,
sentirte acá,
en el centro de mi centro,
en el vacío
de mi mirada vacía
que ya poco espera
que ya no puede esperar nada
que está a punto
de abandonar
toda espera.
No alcanza
ni con los recuerdos,
ni con ese abrazo
retratado y bellamente
enmarcado;
no alcanza
con un primer beso,
ni un segundo,
ni tantos otros.
El tiempo transcurre
tan lentamente,
tan velozmente.
Yo sigo escribiéndote
porque si bien no me alcanza,
no podría
renunciar a uno de los pocos sueños
que pese a todo,
pese a esta vida
que ni se parece a ninguna anterior
ni a la que vendrá,
guardo este decir silencioso, celosamente,
cual si se tratara
de un tesoro irrenunciable;
¡Exquisito, invalorable arcón,
pletórico de tanto,
inexplicable a todo entendimiento!
repleto de sentires, de placeres, de susurros
lejanos pero vívidos,
deslizándose, implícita,
explícitamente
en cada letra, en cada palabra,
ahora, desde hace muchísimo tiempo,
desde siempre.