Aunque se trate de ciertos reproches,
críticas;
aunque fueran meras observaciones,
correcciones,
-permanentes,
extenuantes-;
a pesar de que solo remitieran
a exhibiciones de supuestos conocimientos
o en el empeño
en subestimar a quienes estudiaron o intentaron hacerlo,
a quienes obtuvieron o no cierto título;
si, en efecto, se limitara
a exhibir lo que, en verdad,
denota inseguridad, temor,
incertidumbre.
Así, solo se encuadrara
en simples caprichos,
en una inclinación momentánea
con el fin de reafirmar quién sabe qué,
así,
solo y nada menos,
se tratara del tedio, la desidia, la falta de motivos
o nada de eso,
tuvimos, claro, un tiempo
en que no existían esos vanos
-a veces, muy ásperos-,
intercambios;
ese voraz empecinamiento en superar al otro,
en arrojarle a la cara cierto saber;
claro que también hubo
momentos valiosos
en los que, en verdad, nos admirábamos;
no tratábamos de sellarnos la boca,
la cabeza,
el pensamiento,
uno al otro;
pero claro, estaban todos esos sentimientos,
la ternura, la atracción,
la pasión;
¡las tantas bromas,
comentarios festivos,
necesariamente triviales!
¡gestos amables,
miradas mudas que todo lo decían!
la vida nos sonreía
entonces;
Hoy
apenas,
una mueca
grotesca,
desprovista
de todo;
el desencanto,
la perversa,
irreversible
nada.