Aun en el tormento,
aun en el fondo,
en el fondo del fondo;
¡aun
con todo este miedo!
aun con tantas pérdidas,
aun con millones y millones
de injusticias;
aun
con vos, allá
y yo, acá;
aun con nada por decir,
aun con nada qué soñar;
aun con las letras irreverentes,
desidiosas, somnolientas;
aun con su tan mínimo ímpetu,
su tan escasa voracidad;
aun sin esto que siempre fui
o quise o creí ser;
aun sin propósito alguno,
sin planes,
sin visión de futuro;
aun
si levanto mi cuerpo
con las fuerzas que apenas, alcanzan
ciertas mañanas;
aún
existo;
aún
soy.
Si logra atravesar
este irreparable cansancio
el mismo trinar,
el de aquel pájaro;
a pesar de que el sol
vaya apagando su fuego
ante la proximidad del otoño,
¡aún están esos vigorizantes árboles
a punto de vestirse de amarillo, ocre, rojizo!
basta con ello,
pues es lo que no solo sirve,
sino colma, estremece,
invade el espíritu alicaído,
¡salva!