No es que no lo deseen,
no es que no tengan tiempo
o sí,
tal vez sea eso;
deben ocuparse y preocuparse,
algunos, todos, por poder pagar sus cuentas,
-si es que tienen un empleo- ;
muchos, por tener una casa,
nada lujosa,
un lugar decente donde poder estar
con los suyos;
muchos, tienen al cielo como techo,
deben guarecerse de la lluvia,
del frío, del viento, del calor
como pueden, con lo que consiguen;
y se los juzga, se los considera vagos,
inútiles, "no productivos";
no siempre es el caso,
nadie está libre de perderlo todo
de pronto
y no poder
lo que llaman "reinsertarse"
¿en la fría, inescrupulosa, insensible
sociedad
integrada por esas sucias consciencias
que ni siquiera advierten,
de tan obsesionados
por conservar lo que consideran "bienes"?;
los mismos"bienes" que los condenan
a ser unos malditos egocéntricos,
a creer que eso que poseen es eterno,
que están a salvo.
¡Qué ironía
cuando un micro-minúsculo virus
puede aniquilarlos
y no hay situación social cómoda,
ni casas, ni automóviles, ni dinero,
nada, nada ¡¡nada!!
que les asegure
salir ilesos;
pobre del rico
que pasa delante del desposeído
y lo culpa, lo desdeña,
cuando quién sabe
qué hizo él, su familia
para conseguir eso que tanto atesoran
y más,
pues siempre quieren más;
deberían leer
un escrito, quizás duro,
pero significativo
y real.
Si no me creen
pasen, si pueden, si quieren
por el cementerio de Olivos,
provincia de Buenos Aires.
Deténganse en la entrada
y allí están esas palabras,
sobre un frío recuadro metálico
y tal vez, tal vez
entiendan
a qué me refiero.