¡Al fin,
el silencio!
se hace regocijo,
se vuelve placer,
recuerdos, ensueños;
al fin
la hora
en que reposan
los atormentados,
los torpes, los genios,
los empáticos,
los necios;
ninguno hace ruido,
no se oye nada que perturbe,
que empañe
este momento en que el espíritu
sale por ahí,
sumido en su propio silencio
y deambula
le urge jugar con las estrellas,
mirar y admirar
la luna:
redonda,
lejana
y tan cerca;
es la hora en que el universo
parece haber detenido
el nervio, la incertidumbre,
las pugnas,
la osadía diaria
de salir a enfrentar
a tantos desmesurados,
¡urgencias,
siempre con urgencias!
empeñados en llegar
a ningún sitio;
en fin, esta es la hora
en que respiro
letra a letra,
palabra a palabra
puedo sentirlas
vibrar en mis pulmones;
la hora
en que retornan sabores,
sensaciones,
se vuelven vívidos,
se reconocen, se tocan,
se desvanecen
enamorados, locos;
se entregan
al todo, a la nada;
se entregan.
La noche
vuelve a ser protagonista.
Y los artistas,
sus incondicionales;
nunca quisiera que terminen
estos instantes
conmigo, solo conmigo
y con ella
la más hermosa, seductora,
irresistible,
luminosa,
oscuridad.