Creímos
(todos)
que vendría alguien, algunos
a rescatarnos;
todos, absolutamente,
nos fueron hundiendo:
algunos, lo disimularon,
fueron más "políticamente correctos",
no lo evidenciaron tan brutalmente;
otros, fueron y son los más déspotas,
delincuentes, egoístas, viles,
destructivos
que pudimos
haber tenido
sobre nuestras cabezas,
espíritus, bolsillos...
¡no debimos
confiar!
No debemos nunca más
esperar nada de ninguno de ellos.
Tampoco de los otros.
Tenemos que dejar de ser como niños,
tenemos que abandonar esa idea
de los súperheroes salvadores;
todos van por su tajada,
todos, en pos de sus propios intereses,
de "su quintita", -como solía decirse-;
ayudaría
hacer fuerza entre nosotros,
amarnos, aceptarnos,
ser compinches
en contra de estos abusadores,
de estos a quienes idolatramos,
hayan sido del partido
que hayan sido o sean;
basta de aferrarnos a ramas viejas,
¡a las mismas ramas pútridas de siempre!
urge cambiar,
urge no ceder a las divisiones, muy convenientes,
a las que nos condujeron;
urge unirnos
para levantar este país,
elegir con la cabeza
y no por simpatías, gustos, intereses propios;
urge
romper esos antiquísimos moldes.
¡urge crecer, salir del fango,
emerger, volver a ser lo que fuimos,
en tiempos pretéritos!
pero mejores,
pero más inteligentes,
más capaces, con mucha más fuerza
con más amor
a nuestra bandera,
a nuestro país,
antes que a nuestro conveniente
cuadradito.
¡No seamos parte de lo mismo,
no cedamos!
es la única manera,
¡la única!
de asomar la cabeza
de nuevo
a un nuevo sol,
a una vida feliz, próspera, plena.
No solo para nosotros,
sino fundamentalmente,
para nuestros descendientes.