Al fin,
el sol
parecería
quedarse
por un tiempo;
¿días? ¿horas?
no importa.
Brinda, generoso,
su pincelada luminosa
y hasta los pájaros
parecen trinar con mucha más energía;
la gente
disimula un poco mejor
sus penas,
sus preocupaciones;
siempre
es mejor con el sol
¡y ese cielo
tan azul que encandila!
las flores, los árboles verdes
van atreviéndose a la primavera,
aunque nunca renunciaron:
los vientos,
las lluvias,
los rayos,
¡no pudieron con ellos!
deberíamos
agradecerles;
todo, cada lugar
se convierte;
la casa
con sus tejas gastadas,
la que sugiere hogar,
contención, calor
exhibe su atrayente
presencia,
erigida
en un símbolo
de lo que fueron
algunos sitios
que tal vez añoramos
y quizás,
no deberíamos,
pues se trate de la vivienda
que sea,
el hogar
somos nosotros,
lo que llevamos dentro,
lo que imprimimos al lugar
en que crecemos, creamos,
hacemos, amamos;
nuestros sueños
de casas con techos a dos aguas,
revelan,
tal vez,
cierta inquietud,
incomodidades, carencias,
típicos
de este nuevo mundo
-o el mismo de siempre-
pero concientizado,
reconocido,
¡conocido!
de todos modos,
valoro
el recuerdo, la posibilidad de gozar
un sueño
extinto,
aún vivo;
inmersa, inmersos en una existencia
que dista mucho de no hace tanto
pero es muy diferente.
Pues,
es la que tenemos,
siendo lo que somos,
sosteniendo nuestros principios
¡persistiendo, confiando,
luchando!
dando lo que podemos
desde nuestro corazón,
desde nuestras posibilidades.
Y al dar,
expandiéndonos.
en todo su esplendor