Pasan nubes,
descargan su elíxir purificador;
abrimos las ventanas
para que el aire sacuda su toxicidad.
Al rato, ¡el sol!
regresa a pleno,
-nunca se fue-
y nos regala
un recorte de luminosidad,
de calor, de verano;
y se repite
el ciclo:
llega el viento,
furioso como pocas veces,
vuelan por el aire
ramas, polvo, cabello,
abrigos,
paraguas,
vuelan con ellos
nuestros sueños olvidados
¿por un rato?
hay mucho para decir,
pocas ganas, poca inspiración.
Cuesta
este resucitar
de cada día;
cuesta
decidir
cómo se sigue,
qué se descarta,
quién nos llena el alma
solo al leer o mencionar su nombre;
quien escribe o habla,
-lo que es casi lo mismo-,
sin parar
y solo nos agobia,
nos invita a auto-encerrarnos
en nuestros pensamientos
con doble llave;
días
para no hacer nada
o para hacerlo todo
o planearlo;
días para sonreír,
así cueste un poco,
para pronunciar esas palabras alentadoras
que invitan a sonreír a otros,
sobre todo,
a los que están pasándola
muy pero muy mal.
El universo será justo,
¡algún día sucederá!
y aquellos que hoy
son siervos, incondicionales
sin alternativas,
serán los amos
pero muy distintos:
sabedores
de esclavitud,
de malos tratos,
de injusticias.
Si de algo sirven
tremendos padecimientos
es de aprendizaje.
Nuevos amos
para un mundo muy diferente:
pues, serán protectores,
sin someter a nadie,
justos, equitativos,
honestos.
Y todos,
ellos, principalmente,
serán, seremos felices.