No sé si vale la pena
mirar el cielo
día tras día;
contemplar
el archiconocido paisaje,
la enredadera,
con flores, despojada de flores,
más, menos frondosa;
ayer,
hoy, mañana;
soñar
con una vida distinta;
imaginar
sonrisas permanentes
en los rostros que pasan
como escenas de una película,
rostros
con expresiones de preocupación,
de tristeza,
uffff, quién sabe
de cuántas vivencias
horrorosas;
y sin embargo,
siguen;
vidas mucho más difíciles
que la mía, que la de tantos;
sin embargo,
siguen remando
aunque el agua
esté a punto de ahogarlos;
aunque
hayan perdido a lo que más amaron,
aman;
aunque
estén sobrellevando
alguna enfermedad terrible;
¡y yo me quejo!
solo por esta existencia
rutinaria, a veces,
en ocasiones,
con alguna que otra sorpresa
que me devuelve
la magia,
¡que me la devuelve,
siquiera por un momento!
todos habitamos nuestro cielo
y nuestro infierno;
no están lejos,
no están en figuras alegóricas;
están dentro nuestro.