No quiero esconderme
detrás de mis letras.
No quiero enrolarme
en la generosidad
de brindar,
desarmar los secretos,
hacer ver
o ayudar a que esto ocurra.
En verdad,
no es que no quiera
o no me parezca bien;
entiendo
que me coloco
en un lugar
no muy distinto,
igual, diría,
al de aquellos
a quienes escribo esto o aquello;
también peno,
también me desgarro
por mi gran amor perdido
-imposible, imposibilísimo-;
también
sueño, -o ya ni siquiera sueño-
con una vida nueva,
un retorno
a las emociones, a las risas
con, sin motivo;
yo siempre fui
la que cantaba,
aun en las peores circunstancias;
la que en el transitar de tantas pérdidas,
en las partidas de muchos seres queridos,
en lugar de decaer, abandonarme,
darle la derecha a la muerte,
insistía con más y más ímpetu
en mi objetivo,
profundizaba mi vocación,
apuntaba
con una flecha más certera;
pues entendía, entiendo
que esa persona
al partir
ya no podía, no puede hacer nada,
no cabía, no cabe el arrepentimiento
por el no haber luchado por tal o cual cosa,
cuando ya es tarde para ello.
Todavía no lo es para mí.
Entonces, su partida
me exige más y más;
así lo pensé siempre;
mientras otros lloraban,
se lamentaban,
se aliaban a la oscuridad,
yo la peleaba con más fuerza,
gozaba de mi sacrificio
y luego, de mis logros;
hoy, algo abatida,
necesito recordarme esto
y contárselos,
por si a alguno de ustedes
los motiva;
lo perdido, los perdidos
se perdieron... para siempre.
Nosotros
todavía estamos acá.
La lucha acabará
recién en nuestro último día
y ya no habrá lugar
para reparaciones, cambios,
quehaceres
pospuestos.
Si hoy puede empeñarse en lo que apuntemos,
si no es hoy pero podría ser mañana
o dentro de un mes,
debe
concretarse;
basta con adoptar la idea,
capturarla,
imprimirle no voluntad sino espíritu;
transformar esa antigua expresión: "el NO ya lo tengo"
en "el SÍ ya lo tengo o lo tendré".
¡Ánimo!
-También para mí,
claro-.