Por atracción,
por obsesión,
¿por hábito?
robaste en mí
lo que nunca más
pude recuperar:
robaste la creencia
en el amor infinito,
en su trascendencia
pese al tiempo, a las distancias;
robaste
un preciado tesoro:
la creencia en los milagros
y algo peor:
en la magia;
aunque la última
retorna, tiende a retornar
en cuanto me contacto
con un entorno natural,
apenas, cuando contemplo un árbol
sea cual sea la estación,
cuando una fila interminable
de pájaros
sobrevuela
cerca de mi recorte de cielo;
no, no lo robaste todo,
solo fue una parte,
en plena edad de la inocencia,
cuando suceden cosas
buenas, malas
que jamás se olvidan;
quedan tatuadas
en el corazón,
en la cabeza,
en el alma;
aun me parece verme, tan joven e ilusionada,
¡esa tristeza inconmensurable!
cuando abrí el telón (era actriz, entonces)
y no estabas sentado allí,
muy cerca del escenario,
¡como en todas las funciones precedentes!
seguro
lo hiciste de nuevo,
¡y otras y muchas más!;
¿del mismo, de otro modo?
tu cleptomanía,
con los años,
se me tornó
una indeclinable certeza;
robar para renunciar,
robar para luego huir,
robar para ¿decepcionar?
nunca entendí
ni entenderé ese comportamiento:
ese jurar amor por siempre,
esa insistencia en prometer lo imprometible
y poco después,
meses, casi un año
¡desaparecer!
dejar a la "escogida"
sin que medie una, ¡ni una maldita palabra!;
¿y vos?
escapando... ¿del amor?,
llevándote un botín
que pocos tienen la suerte de obtener
para ir, presuroso,
detrás de otro.
Siempre hubo, habrá víctimas,
inocentes o no
proclives
al engaño, a las prontas lágrimas,
al inolvidable vacío
que deja el haber amado
a quien no lo merecía.
Por quien no servían, no alcanzaban,
no tenían sentido
ni la alegría,
ni el cariño,
ni la pena.