No importa
lo que debería importar
o lo que siempre importó
o así lo parecía;
es tan obvio
el desprecio por la vida humana,
por la propia vida;
saludable, creativa,
afectiva;
hay quienes se burlan
de los afectos.
Pienso, en verdad
que son los que más los necesitan
o no los tuvieron,
o no se atrevieron,
tampoco antes,
cuando se valoraban,
cuando eran prioritarios;
a nadie, a muy pocos detiene
la visión del cielo,
tocar la flor, aspirar su néctar,
abrazar el árbol
si no poseen dinero
en papel, en plástico
u otros bienes materiales;
si no pueden seguir embriagándose
-y no me refiero al vino-;
si no pueden seguir atrapados
a sabiendas, o no tanto
esclavos voluntarios de sus adicciones;
desde ya, el más absoluto desinterés
por todo lo que no convoque al placer inmediato,
a su obtención urgente.
Como los niños:
egoístas, cerrados, negados a todo
lo que no apunte a sus propios deseos;
el hombre se ha burlado de los hombres,
el hombre se ha mofado de sí mismo;
reniega de los robots, de la tecnología
y él mismo es controlado
por cámaras, teléfonos, todo tipo de dispositivos;
y lo sabe
obediente
accede
cuando le requieren
datos, detalles
sobre su vida
o lo que fue su vida
alguna vez;
Zombies
hambrientos de todo, de nada,
surcan las sucias calles
de una ciudad en ruinas
quizas, desearian escapar
sin saber a dónde ni cómo;
son pocos
los que optan por el carpe diem
y se alejan
de la mugre,
del hacinamiento,
de la peste.
Otros
también podrían hacerlo,
pero ni fuerzas,
¡ni fuerzas!
son los que renunciaron,
los que abandonaron la pugna;
los que se olvidaron de quienes eran
o quisieron ser.
Los que se extraviaron
en cierto recodo
de un camino que ya no existe,
los que descreen
de todo,
aun de la más mínima
posibilidad de retorno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario