jueves, noviembre 12, 2020

Los que renunciaron

 No importa

lo que debería importar

o lo que siempre importó


o así lo parecía;


es tan obvio

el desprecio por la vida humana,

por la propia vida;


saludable, creativa,

afectiva;


hay quienes se burlan

de los afectos.


Pienso, en verdad

que son los que más los necesitan


o no los tuvieron,

o no se atrevieron,


tampoco antes,

cuando se valoraban,

cuando eran prioritarios;


a nadie, a muy pocos detiene 

la visión del cielo,


tocar la flor, aspirar su néctar,

abrazar el árbol


si no poseen dinero

en papel, en plástico


u otros bienes materiales;


si no pueden seguir embriagándose

-y no me refiero al vino-;


si no pueden seguir atrapados

a sabiendas, o no tanto


esclavos voluntarios de sus adicciones;


desde ya, el más absoluto desinterés

por todo lo que no convoque al placer inmediato,


a su obtención urgente.


Como los niños:


egoístas, cerrados, negados a todo

lo que no apunte a sus propios deseos;


el hombre se ha burlado de los hombres,

el hombre se ha mofado de sí mismo;


reniega de los robots, de la tecnología


y él mismo es controlado

por cámaras, teléfonos, todo tipo de dispositivos;


y lo sabe


obediente

accede

cuando le requieren

datos, detalles


sobre su vida


o lo que fue su vida

alguna vez;


Zombies

hambrientos de todo, de nada,

surcan las sucias calles 

de una ciudad en ruinas


quizas, desearian escapar

sin saber a dónde ni cómo;


son pocos

los que optan por el carpe diem


y se alejan

de la mugre,

del hacinamiento,


de la peste.


Otros

también podrían hacerlo,

pero ni fuerzas,


¡ni fuerzas!


son los que renunciaron,

los que abandonaron la pugna;


los que se olvidaron de quienes eran

o quisieron ser.


Los que se extraviaron

en cierto recodo

de un camino que ya no existe,


los que descreen

de todo,


aun de la más mínima


posibilidad de retorno.



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Cristina Del Gaudio

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