martes, noviembre 30, 2021

El mundo se nos ha caído encima

En una parte

del planeta


hay un recuerdo suspendido,

ocultado, negado


aún latente;


en otra parte,

por acá, más allá


hay un atisbo

de un recuerdo similar


pero nunca negado,

quizás, también latente;


cómplice de las noches ventosas,

bajo el cobijo de edredones

tan parecidos a nuestra infancia;


el mundo se nos ha caído encima,

somos los grandes (?),


las decisiones son nuestras,

hay que cuidar a otros,


ya no somos

el capricho permanente,


el centro de atención,

los mimados,


a quienes se ocultaban

tantas cuestiones


que hoy

a la fuerza, comenzamos a entender.


Pero falta.


Nos falta.


La libertad, la paz

todavía no se vislumbran en el horizonte;


hay mucho por pelear,

por defender, por argumentar.


¡tenemos que crecer,

tenemos que sostenernos,

ser fuertes, no darnos por vencidos


o nos extinguirán!


aquellos niños 

sí podían permitirse soñar,


reían a carcajadas

mientras los grandes discutían,

se preocupaban;


siempre faltaba algo,

siempre el dinero que no alcanzaba,


siempre las mismas búsquedas,

las que ahora nosotros enfrentamos;


viajamos a bordo de un barco

ignorantes de su destino,


¿cuál será el nuestro?


no hay escapes,


la pena, el dolor, el peligro

están por todas partes;


y yo, aquí

escribiendo


sin saber muy bien, como verán,

qué decir, en qué pensar


cómo escapar,

a dónde;


pero están ellos,

nos necesitan;


y nos martillamos la cabeza

con pensamientos que copiamos,


los hacemos propios;


Y a la noche,

cuando hay que apagar la luz

-como decía el poeta-

para ver


son solo sombras oscuras,

un futuro que es imposible, siquiera, imaginar,


¡pesadillas, pesadillas interminables!


y un pasado

en el que estamos vos y yo;


vos, negándolo todo,


vos, haciendo de cuenta,


y yo,

sin aquella pasión que me cegaba,


todavía podría imaginar

una vida distinta,


-a modo de supervivencia-


parecida a aquella

pero no igual;


nunca temí

reconocer mis necesidades,

mucho menos, mis sentimientos,


ni mis deseos.


En aquel lugar del planeta, digo,

flamea una imagen que te acosa, te persigue,

que derriba esa postura impuesta.


Tranquilo,


no es la mía.



viernes, noviembre 26, 2021

Alguien que reía por todo, por nada

No sé cómo,

por qué

sucedió.


No sé

si se trató, se trata del miedo,


si ese miedo proviene de antes,

si es un nuevo miedo.


No sé

por qué hoy me miro al espejo

de verdad,


-no solo de pasada

o al peinarme-


veo

lo que veo,


lloro.


No sé

cómo empezó:


de pronto, 

desapareció la magia,


-esa magia

que hallaba en tantas cosas,

sitios-;


no sé si comenzó

cuando te alejaste,


no sé si yo misma

lo provoqué


para no asistir al desmoronamiento;


solo queda este hueco

profundo, solitario.


Ignoro

hacia dónde voy,


si deseo ir a alguna parte,

si deseo quedarme;


vivo o sobrevivo

al margen,

como si fuera invisible,


(espectadora del show de la vida)


mientras todo sigue,

mientras los demás parecen saber

qué quieren, hacia dónde van,

quienes son;


aquel mundo, mi mundo,

ya no existe;


¡y esto recién comienza!


no sé

en que lugar me detuve,


por qué dejé de intentarlo,

por qué perdí el deseo, las ansias,


la fuerza espiritual;


¿soy esto que creo ser?

¿quién  soy? ¿lo que quedó de aquel alguien?


¡alguien que reía 

por todo,

por nada!


temo 

no poder volver:


el tren partió

y ni siquiera,

intenté detenerlo.


Sobre un banco descascarado

de una estación antigua


quizás siga sentado 


este supuesto yo.
















domingo, noviembre 07, 2021

Entre grises

 Era la urgencia.


No eran los árboles,

las flores, las majestuosas casonas;


no eran las calles empedradas,

-mis favoritas-;


¡la urgencia,

solo, nada menos,

la urgencia!


un empeño desesperado

en pos de hallar

alguna parte de mi vida

que había quedado allí


-o así lo quise pensar

o imaginar-;


eran mis huellas

en esa escalera

de una casa señorial

de la que no sé por qué razón

me sentía poseedora;


eran mis expresiones exacerbadas

de felicidad,

de la verdadera


al caminar, correr,

saborear, oler, gozar


de esos sitios

que marcaron una época clave;


me parece oír el chirrido de esa bisagra

entre aquel punto de mi vida

y el hoy;


¡duele!


no tener aquellos años, aquel amor,

aquel recorrido;


el lugar, el paisaje,

las increíbles mansiones

aún existen;


puedo pasar

cuando lo desee.


Pero nunca será igual;


Y esa, nuestra casa

tan lúgubre entonces,

hoy pintada, blanca, 


¡el ímpetu irrefrenable

de correr hacia su puerta,


las ganas de golpear y exigir 

que la abandonen!


Y debí quedarme quieta.


Ellos,

quienes sean sus ocupantes,


no entienden

ni entenderían


cuánto amé, padecí,

temí


entre sus paredes.


No era el mejor departamento,

ni el mejor edificio,


ni se aproximaba

a ello;


pero allí fui libre,


llena de miedos, dudas, 

cambios de idea constantes,


(tentaba el regreso

al hogar cómodo

pero infeliz);


¡debí soportarlo,

debí poner todo de mí!


¡creer en mis fuerzas!


todavía me cuesta

creer en ellas.


¿acaso fue mejor

el regreso?


en absoluto.


Fueron reproches,

fue una horrible sensación de fracaso,

¡un pánico inimaginable!


como un final anticipado

de lo que vendría luego;


porque todo empeoró

o continuó igual:


volví a ser

la niña controlada,


- reconozco

que por momentos,

retomo esa necesidad auto-impuesta

de que otros se ocupen de mi vida-,


¡como si yo no pudiera hacerlo!


en fin,


así fue el paseo.


Volví triste, a punto de llorar.


Pues en aquel lugar opresivo

no se toleran lágrimas,


ni extrañamientos,

ni debilidades, ni dudas;


nunca pude transitar

el blanco o el negro;


siempre fui

todo grises, 

todo incertidumbre,


todo posibilidades e imposibilidades

a la vez;


y aunque lucho

por no decaer,


insisto

en esa búsqueda que nunca parece acabar.


Siento que perdí

más allá de lo que todos saben: padre, abuelos,

años juveniles, 

dinero,


algún amor


al que sigo buscándole

una explicación,

una nueva oportunidad

o su definitivo final.


Nunca hallaré

lo que ignoro haber extraviado.


Debería empezar

por indagar,


sin renunciar,

sin resignar, 

sin dejar de esperar

pese a los obstáculos


pero siempre siendo quien soy,

concederme la libertad de elegir;


ya no existen barreras,

no hay nada que pueda o pretenda detenerme.


¡Maldita calle,

maldito lugar,

oscuro y triste!


aquel que ni vos ni yo

pudimos


iluminar;


mas hubo, hay

quienes, al parecer,


lo consiguieron,

lo consiguen.












Cristina Del Gaudio

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