¿cómo describir
con meros signos
enmarañados,
aletargados
que van debilitándose,
perdiendo creatividad,
motivo, alcance?
después de tantos años,
de tanta espera
vana;
de tanto repetir, insistir,
de tanto no entenderme
ni vos,
ni yo.
una sensación
¿cómo decirlo?
de puertas cerradas,
de todas las llaves extraviadas
vaya a saber dónde;
luego de haberlo agotado todo
y más, más todavía;
¡de haberte
rogado!
No importa.
El mundo se desploma,
mis expectativas se desploman,
¿lo que vendrá?:
incertidumbre, incertidumbre
más incertidumbre;
¿y si realmente
no vuelvo a saber nada de vos
nunca más?
tengo miedo.
¿Miedo a olvidarte?
jamás.
Sí un miedo, un profundo miedo
a cerrar
definitivamente,
los ojos,
al despedirme de esta vida
con muchas de cal
y muchas de arena
-transformada, de pronto,
en este simulacro-,
sin oírte más,
ni leerte, ni percibirte;
así, las distancias
sean cada vez más enormes,
así,
sea imposible, totalmente imposible
vernos, tocarnos, abrazarnos,
vibrar con cada latido
de nuestros corazones,
rozarnos, olernos,
saborearnos;
así,
nada pueda suceder
de aquello
cada vez
más alejado del hoy;
antes de terminar
con todo,
antes
de que mi pequeño pino
sea regado quién sabe por quién;
antes
de que suceda
lo tan temido
bastaría
una señal,
un indicio,
aliento transformador
para mi alma, muerta de sed.
Apenas, algún sonido, palabra, frase,
lo que fuera
para poder continuar.
(El tiempo
que me quede).