sábado, agosto 08, 2020

Miedo domesticado

¡La curiosidad!

¿a qué se debe ese humo,
ese fuego, esas llamas incontrolables?

la curiosidad

especialmente
en los niños;

entonces,
lo inesperado,

o esperado,
-nunca se sabe-

sucede.

De pronto, caen
sobre dos, tres pequeños,
paredes, vidrios, trozos de madera,
de metal

ante sus miradas atónitas,
aunque con un miedo, diría, domesticado,

de tan natural,
de tan cotidiano;

tristemente, habituados
a los ataques, atentados,
explosiones

bombas;

¡Y se salvan,
esta vez, ellos, entre tantos,
se salvan!

nada queda
de lo poco que les quedaba;

se los ve
casi en un estado de "normalidad",

¿resignación?

¿aceptación,
impasibilidad?

envueltos en una situación extrema
que a nosotros
nos resultaría inmanejable,
terrorífica;

ellos sí saben
de pérdidas;

ellos,
desde muy pequeños,

conviven con ese miedo,
esa angustia,
quizás, controlados,
quizás, asumidos

como parte de su destino
o ni siquiera.

Y esas sensaciones o no sensaciones,
apenas, asombro y casi ni eso,

cambió, cambia sus hábitos;

los volvió, los vuelve
más fríos,
más resistentes, en apariencia;

sus juegos,
sus juguetes

van cambiando,
van desapareciendo

nuevos juegos
serán los que tendrán que crear

¡y lo harán!

gracias a esa incansable,
fabulosa imaginación

tan particular
en los chicos,

todos,

en todo el mundo.

¡también ellos!

así, nos parezcan menos sensibles,
así, menos expectantes,
mucho menos asustadizos;

pase lo que pase,

estoy segura

¡siempre habrá un juego
con, sin juguetes!

con nada,

con todo,

que les devolverá,
una, otra vez,

esa tan vulnerada

inocencia.


Cristina Del Gaudio

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