Creen que pueden distraernos,
creen que logran convencernos;
creen que su mínimo esfuerzo
-o simulacro de lo que fuera-
nos colma,
¡que les podemos perdonar todo
cuando ellos no perdonan, no olvidan,
provocan, nos sumergen (o tratan de hacerlo) en el miedo,
la inseguridad,
el dolor,
en la circunstancia que les sea dada
o no!
Pero la guerra es contra aquellos que no adhieran a sus supuestas convicciones
aun, si en un rato, mañana, cuando se les ocurra
cambien;
porque así son,
así fueron, así serán.
¡y todavía pretenden que estemos agradecidos
por lo poco o nada,
por la nada!
que hicieron,
que hacen.
Creen que es un puñado de gente;
pero no es un puñado, es cada vez más grande,
y ama a su país,
¡ lo ama de verdad!
al punto de trabajar por él,
de no olvidar ¡nunca!
las leyes,
la dignidad del trabajo,
de honradez, la consideración hacia el otro,
nunca la violencia, menos, por la violencia en si.
Creen, en fin,
que nos engañan.
No, están equivocados.
No somos de utilizar armas,
más que nuestras marchas, nuestros reclamos respetuosos,
nuestra palabra, nuestra voz, oral o escrita;
no es por debilidad,
ni por temor,
no es porque no se pueda o no se deba
¡no es porque nos sea fácil
soportar tantos atropellos!
es un modo de ser, de pensar,
de actuar, de buscar acuerdos.
¡De buscar la paz!
no fuimos criados ni enseñados
en la violencia,
nuestros antepasados
trabajaron por o en lo suyo,
lucharon,
perdieron, ¡tantas veces perdieron!
por sus hijos, por su país,
por su propia memoria.
Hoy
son honrados
en sus tumbas
o quizás, algo de ellos
esté en la naturaleza, en la tierra
en que crecimos, nos esforzamos,
a la que cuidamos,
en un pensamiento, una forma,
un sentir
únicos y no por eso sin divergencias.
El ponerlo todo,
sin pisotear los derechos de nadie;
respetando lo que nuestra Carta Magna
nos señala,
pues, para ello,
se reunieron personas desde ya,
mucho más escrupulosas
Y crearon las leyes.
No importa si otros no cumplen,
si otros se empeñan en ensuciarla,
en estropearla, denigrarla,
destruyendo todo lo comenzado,
todo lo que aseguraría un mejor futuro;
no importa si se obstinan,
en mil modos,
de aniquilar nuestros sueños.
Seremos fuertes,
no cambiaremos por nada ni nadie
nuestros principios.
Saldremos en paz
a reclamar lo que nos quitaron y nos quiten,
juntos
pero no masificados,
juntos
por amor.
El amor más grande y poderoso:
el amor a nuestra república.