El pasado:
amigos, alegrías
sin motivos,
sin preguntas,
sin temores,
sin planes.
El pasado:
padres, abuelos;
nosotros: su centro,
sus seres a consentir;
El pasado hoy, ahora:
¿tabla de salvación
o naufragio seguro?
cuando el futuro asusta,
cuando se van diluyendo las certezas,
cuando se desmorona todo aquello,
cuando se nos caen
personas, cosas, lugares, hábitos,
-cuanto considerábamos
eterno-,
tienta el supuesto retorno:
la canción, la voz, el capricho,
el juego, los enamoramientos;
en verdad,
apenas, un reencuentro con cenizas
de aquello que añoramos,
de lo que nuestra imaginación organizó
con ese bagaje;
entretanto,
el presente
se nos esfuma.
Este otro domingo de lluvia tan tedioso
está por acabar;
esperamos, con ansias o no tantas
el lunes
y también pasa, se nos pasa,
rápidamente
como un rayo.
Todo termina
antes de lo esperado
o después.
No hay retorno posible,
-al menos, concreto-;
tampoco hay futuro,
no existe un mañana predecible;
no hay brujos, videntes, magos
que puedan pronosticarlo.
El presente es esto:
una lapicera, un cuaderno,
un papel cualquiera,
una computadora,
¿un poema?
¿una canción?
¿un pensamiento?
¿un lienzo en blanco,
aguardándonos?
¿una receta nueva
a la que nos atrevemos?
¿un café humeante, espumoso,
con un chocolate?
la evocación del pasado
es solo eso, una evocación.
¡el presente es de verdad!
porque lo estamos habitando
justo justo ahora.
Este mismo poema o como quieran llamarlo
pasará, a la brevedad, a un antes
y habrá un nuevo escrito en un rato,
más tarde, mañana.
Por ahora, es solo un tal vez,
tan solo un tal vez.