jueves, diciembre 15, 2022

La vida, esa incesante sorpresa

 Cuando durante un tiempo


  no se estuvo bien,

  no se pudo hacer lo que fuera,

  

 por las razones que hayan sido,


 de pronto,

 al despertar de ese lapso incierto,

 muy difícil,


uno siente

como si resucitara;


el azul del cielo

es otro, ¡mucho mejor!


más verdes, más brillantes,

el césped, los árboles;


la lluvia, más fresca,

musical, renovadora;


las pequeñas florcitas silvestres

se destacan como perlas,

dignas del mejor collar;


el amor, la amistad,

la compañía,


todo sentir


se exacerba,

brota como elixir de sangre;


se encienden los pómulos,

el corazón late desmesurado;


cual si de pronto,

de la galera de un mago


surgiera


¡la vida!


e inesperadamente, se la percibe,

se la huele, se la saborea,


como la incesante sorpresa

que siempre fue


pero no se supo ver.


¡La mejor sorpresa

que pudo haberse recibido!


algunas veces,

es cierto, se la consideró 

de ese modo;


pero es muy distinta

la sensación


luego de un periodo 

complicado,


que se creyó, incluso,

inacabable;


así, cada letra cuenta,

cada sílaba, cada palabra,


integran una ronda, se hamacan,

frenéticamente, en la cabeza,


en el espíritu


que se despereza,

retorna con su fuerza demoledora;


todo se particulariza,

se destaca especialmente,


¡luce maravilloso!


como si hubieran dispuesto

el mejor de los banquetes;


la vestimenta habitual

cobra vida,


¡se vuelve atuendo de fiesta!


lo más curioso

es que surgen ganas

de lo que nunca se tuvo ganas,


o ni siquiera

se pensó en ello.


¿Un nuevo camino

o el camino que nunca nos atrevimos

a transitar?








y no se supo ver.







Cristina Del Gaudio

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