me pregunto.
Haberse ido de este mundo
quien sabe a dónde
-o a ninguna parte-,
antes del impresionante
crecimiento tecnológico
que atrapó
hasta a los más reticentes:
hoy
no se ve prácticamente
a nadie,
¡ni a un niño, ni a un anciano!
sin su teléfono celular;
algunos,
lo utilizan para lo básico;
otros
aprenden, se interesan,
interactúan con parientes, amigos,
contactos;
vuelvo a mi papá:
ni siquiera estuvo
cuando comenzaron a instalar
el servicio de cable en su barrio, en la provincia de Buenos Aires,
aunque ya existía
en capital;
nunca vio ni imaginó
un teléfono como los que tenemos
o conocemos
ahora;
falleció
con una imagen
de teléfono fijo, con teclas, eso sí;
de todos modos,
tuvo su vida, vivió su vida
con dolores, alegrías,
sacrificios, amores, hijos.
Tal vez
todo era más tranquilo,
si no estabas en casa
nada de llamados;
mucho menos e-emojis,
mensajes;
era impensable
el multiuso que hoy permite
un simple teléfono
y cuántos
sin darnos cuenta,
nos hicimos, nos hacemos adictos
a esa forma ya no tan nueva de comunicarse.
Casi nadie
te llama por teléfono;
apenas, si deja un mensaje grabado,
algunos, solo por escrito;
¿es, era mejor antes
o ahora?
depende de cuál sea el uso del dispositivo:
si reemplaza, absolutamente, al contacto humano
creo que allí estaría el problema.
Es un tema muy discutido
aunque se sabe que no hay vuelta atrás.
Nadie
va a regresar a lo de antes,
en ningún aspecto,
mientras esto sea posible,
mientras los gobiernos no impidan
el acceso a determinada información,
a través de las redes;
Creo que mi papá
y muchos otros que no participaron
de este estallido informático
que no cesa
vivían más felices,
no se sentían controlados todo el tiempo,
salvo en las antiguas oficinas,
por los antiguos jefes;
pero era un rato, unas horas;
hoy cualquiera sabe de dónde hablamos,
quiénes somos, quiénes son nuestros contactos,
cómo llegar a ellos,
cómo intentar -y a veces lograrlo-,
introducirnos información,
¡adoptar, en algunos casos, nuestra identidad!
mi papá
caminaba tranquilo por las calles.
Hoy no se está tranquilo
ni por las calles,
ni en la propia casa,
ni en ningún sitio.
Gran parte de las amenazas
que podrían, de un modo u otro, afectarnos,
está a nuestro alcance,
en los celulares, las tablets, las netbooks, etc.
*"...que la Tierra cayó en manos de unos locos con carnet..." (extraído de: "A quien corresponda", 1981, Joan Manuel Serrat)