martes, enero 10, 2023

¿Mejor o peor?

 me pregunto.


Haberse ido de este mundo

quien sabe a dónde


-o a ninguna parte-,


antes del impresionante

crecimiento tecnológico


que atrapó

hasta a los más reticentes:


hoy

no se ve prácticamente

a nadie,


¡ni a un niño, ni a un anciano!


sin su teléfono celular;


algunos,

lo utilizan para lo básico;


otros

aprenden, se interesan,

interactúan con parientes, amigos,

contactos;


vuelvo a mi papá:


ni siquiera estuvo

cuando comenzaron a instalar

el servicio de cable en su barrio, en la provincia de Buenos Aires,


aunque ya existía

en capital;


nunca vio ni imaginó

un teléfono como los que tenemos

o conocemos

ahora;


falleció


con una imagen 

de teléfono fijo, con teclas, eso sí;


de todos modos,

tuvo su vida, vivió su vida


con dolores, alegrías,

sacrificios, amores, hijos.


Tal vez

todo era más tranquilo,


si no estabas en casa

nada de llamados;


mucho menos e-emojis,

mensajes;


era impensable

el multiuso que hoy permite

un simple teléfono


y cuántos

sin darnos cuenta,

nos hicimos, nos hacemos adictos

a esa forma ya no tan nueva de comunicarse.


Casi nadie

te llama por teléfono;


apenas, si deja un mensaje grabado,

algunos, solo por escrito;


¿es, era mejor antes

o ahora? 


depende de cuál sea el uso del dispositivo:


si reemplaza, absolutamente, al contacto humano

creo que allí estaría el problema.


Es un tema muy discutido

aunque se sabe que no hay vuelta atrás.


Nadie 

va a regresar a lo de antes,


en ningún aspecto,

mientras esto sea posible,


mientras los gobiernos no impidan

el acceso a determinada información,

a través de las redes;


Creo que mi papá

y muchos otros que no participaron

de este estallido informático

que no cesa


vivían más felices,

no se sentían controlados todo el tiempo,


salvo en las antiguas oficinas,

por los antiguos jefes;


pero era un rato, unas horas;


hoy cualquiera sabe de dónde hablamos,

quiénes somos, quiénes son nuestros contactos,

cómo llegar a ellos, 


cómo intentar -y a veces lograrlo-,

introducirnos información,


¡adoptar, en algunos casos, nuestra identidad!


mi papá

caminaba tranquilo por las calles.


Hoy no se está tranquilo

ni por las calles,


ni en la propia casa,

ni en ningún sitio.


Gran parte de las amenazas

que podrían, de un modo u otro, afectarnos,

está a nuestro alcance,


en los celulares, las tablets, las netbooks, etc.



*"...que la Tierra cayó en manos de unos locos con carnet..." (extraído de: "A quien corresponda", 1981, Joan Manuel Serrat)

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Cristina Del Gaudio

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