jueves, enero 19, 2023

Caída estrepitosa

 No entendía

 esa tristeza, ese agobio,

 en la mirada de mi papá.


Incluso...¡me molestaba!


yo no sabía

-y no me importaba demasiado-

el o los motivos;


no caía en cuenta

de lo que costaba

mantener nuestra casa,

¡mantenernos!


de cuánto tenía que soportar

en esa empresa,

día tras día


y luego, agregar otras alternativas:

"changas", se les decía,

para que el dinero alcanzara;


aun así,

jamás cedió a ninguna de las tentaciones,

de las seducciones del mal,


a las que algunos o varios

ceden,


¿acaso, el miedo los puede?

¿la desidia, la pereza,

la búsqueda inmediata de una supuesta "seguridad"?


entonces,

yo no sabía nada de esto

ni de muchas cuestiones.


No sé qué me preocupaba,

quizás, nada,


salvo el enamorado de turno,

por lo general, más capricho que amor;


creía

que esa era la forma de querer,

divertirme, pasarla bien


así,

me costara empleos que detestaba,


levantarme tempranísimo

cada mañana


con rabia,

siempre con rabia;


por eso, buscaba subterfugios:

salidas, compras,


todo servía

para ocultar


lo mal

que en verdad, me sentía;


algo me decía

que todo acabaría,


que un día me daría cuenta


pero insistía e insistía

en lo mismo,


-esto por largos años-.


Mi padre me dijo un día

que tenía miedo.


Había pedido el retiro de su empleo

¡¡luego de cuarenta años!!


no supe entenderlo,

yo también tenía miedo,


¡él era el fuerte,

él era el sostén!


así había sido siempre,

¿qué ocurría? ¿por qué me confiaba esos temores?


no supe contenerlo,


me oculté

en los míos;


me alejé

de ciertas personas


que parecían amigables,

amorosas, increíbles


y era todo lo contrario;


al poco tiempo,

mi papá falleció.


Tres meses duró su mal

o tal vez, venía de antes


hasta que esa tremenda madrugada


una voz en el portero eléctrico

me anunció que todo había acabado;


seguí y seguí,

incluso, cambié de trabajo,


busqué alternativas

y volví a cambiar una, varias veces;


lloré poco,


mucho más lo hice después.


Lo hago.


Mi mundo ya no fue igual.

Me sentí sola, de pronto,


ahora me doy cuenta

de que esto perduró

y a veces, se repite;


ya no tapo infelicidad

con distracciones ficticias,


ya no busco esos consuelos

efímeros.


Si estoy mal,

es lo que siento.


Hoy en mi mirada

llevo muchas veces una tristeza,

un agobio,


similares

a aquellos de mi papá;


al caer, estrepitosamente,

en la realidad,


lo comprendí,

lo comprendo,


me comprendo.




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Cristina Del Gaudio

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