Si llueve
y el alma está en paz
es solo lluvia,
es solo agua.
Más que eso:
frescura, purificación;
probablemente, una bendición;
si uno está angustiado,
preocupado,
¡si extraña a alguien
a quien, quizás, no vuelva a ver jamás!
la lluvia
es otra excusa
para cubrir
-o descubrir-
todas esas lágrimas
que ya no pueden contenerse,
que es en vano tratar de detener;
en fin, si llueve
y ese nudo sigue oprimiendo
la garganta,
todo es molestia,
todo se ve horrible,
temerario,
aún la misma lluvia.
¡Y eso que uno sabe
-o algunos-,
que los árboles
se renuevan,
se tornan
más y más bellos;
que la tierra
necesita de ese riego celestial!
todo parece detenerse
cuando llueve;
quizás, algunos lo vean
como una pausa necesaria
en medio de tanto caos,
en medio de tantos ruidos,
sobre todo,
en las ciudades;
pero si uno está mal
consigo, con lo que sea,
ese silencio de agua
dice, ¡grita!
mucho más
de lo que se puede oír,
de lo que se puede entender,
aceptar.
Así se tapen
los oídos,
resonará,
implacable,
en el atribulado
ser.
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