Finalmente,
estalló
la tormenta;
lluvia, lluvia,
¡tanta lluvia!
empapó
los ánimos,
cambió el aire,
enfrió los pensamientos siniestros;
la naturaleza
reverdeció.
No pasará mucho tiempo
para que el sol ilumine este fenómeno;
no importa
si cumple o no lo prometido,
el astro, como las tempestades,
los vientos, el frío, el calor,
en principio,
no hacen promesas,
pero eso sí: se sentirán
con más, menos intensidad
si la mente, el espíritu, se aquietan,
se clarifican,
si comienzan a desenmarañarse
ciertas cuestiones;
si nos perdonamos
y perdonamos
a quienes
creímos nuestros enemigos
¡algunos,
por años!
y en verdad,
hicieron lo que pudieron;
no todos pueden sostener
el temple, los valores, las ansias,
reconocer, demostrar
los sentimientos;
algunos
tienen la fuerza,
el valor,
le ponen garra
a la vida;
enfrentan todas o casi todas
las situaciones
y no podrían, de ningún modo,
desistir;
otros,
tal vez
no puedan, no deseen tratar de...
No sepan cómo.
O esperen el momento indicado,
-si es que existe un momento indicado-.
La lluvia
se ha detenido.
¿Mis versos
la avergonzaron?
desearía
que así fuese,
para que tantas personas
no la sufran tanto;
para que a nadie alcancen
sus consecuencias,
en algunos casos,
en algunas casas,
devastadoras.
Confiemos en que algo,
todo se transforme,
renazcan
los planes, los sueños,
las ilusiones,
¡el ímpetu
de reintentar!
-el sol,
insisto,
volverá-.