domingo, mayo 19, 2024

Lo inaccesible

 El cielo,

 los árboles vestidos de otoño,


 la casa de las tejas rojas desgastadas,

 los edificios de enfrente,


 el tren,

 cada vez que pasa,


 quizás,

 las personas que viajan en ese tren

 o en algún otro,


me miran.


Todo está allí

como todos los días.


La cotideaneidad

suele ser confortable


pero aburrida.


¿Por qué quiero salir?

¿por qué busco excusas para salir?


antes,

me inspiraban esas miradas.


Ya no

o no tanto.


Años atrás

hubiera delirado ante una vista como esta.


Hoy no me sucede.


Los años lo transforman todo

y lo que me parecía maravilloso


lo era porque no lo tenía

y creía que jamás lo conseguiría,

¿quién sabe?


pasa con el amor,

claro.


Aquel que está lejos,

absolutamente inalcanzable,


a quien importé tanto

hasta que no importé nada;


aquel


con el que todavía 

sueño en los días

y en las noches


ese 

será el objeto de deseo,


al que no se olvidará fácilmente,


salvo

que se diera un encuentro, una coincidencia,


¡una nueva oportunidad!


mas entonces,


al tiempo,


sucedería como con el cielo,

los árboles otoñales, la casa de las tejas rojas desgastadas,

los edificios de enfrente, cada uno de los trenes que pase,

las personas que viajen en ellos;


es decir,


ya no me produciría

delirio, ni inspiración,


¡ni deseo,

ni amor!


Supongo que nos sucede a varios:


sufrimos, nos malhumoramos

por aquello que no poseemos,

por aquel, aquella a quien no logramos acceder,


aquel, aquella

que nos ignora,


que ni siquiera,

probablemente, nos piense.


Sería bueno intentar la revalorización

de lo que sí tenemos,


de aquellos que sí están con nosotros,


quienes se interesan

por nuestra salud, 


nuestros estados de ánimo,

-aun fluctuantes-


y nos aceptan,

no pretenden cambiarnos;


nos eligen 

a pesar de y a pesar de...


también 

cuando nuestra cabeza, nuestra imaginación


escapa hacia otros sitios:


en ocasiones,

países lejanos en que habitan personas imposibilísimas;


aunque lo sepan

o lo intuyan,


lo comprenden,

lo aceptan.


Y su abrazo siempre está y estará 

para aliviar las tantas contradicciones,

los innumerables inconformismos


de nuestro difícil día a día:


al lidiar con lo de siempre,


en tanto, padecemos


por lo que consideramos

ser incapaces de obtener.

Cristina Del Gaudio

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