jueves, abril 27, 2023

Sueños que invitan a seguir soñando

 Buscaba

 envuelta en tinieblas:


"tengo que verlo,

¿cuándo fue la última vez

que lo vi?"


no podía responderse,

no en el marco de esa experiencia onírica;


reaccionó,

abrió los ojos


y recordó

que hacía años que no lo veía,

que no sabía nada de él;


le escribió


y alguien,

-no estaba segura

de que fuera quien creía-,


lo leyó.


Eso fue todo.


Ella, claro, sabía

que esa relación había terminado

muchísimo tiempo atrás;


aún así,

no era de las que se rinden;


luchaba hasta el final


y en el caso de aquel horrible sueño,

trascendió el supuesto final:


reintentó el contacto;


pero transcurrieron algunos meses

hasta que obtuvo una respuesta,


sin saber de quién,

ni de dónde provenía:


alguien le anunciaba la muerte

de su antiguo amor.


Un temblor, imparable,

una sensación espantosa de desasosiego,

¡de pánico!


invadió su mente, su cuerpo,

su alma;


¡muerto!


¿cómo había sucedido?

¿se trató de una enfermedad,

de un accidente?


(no hubo más píxeles

que agregaran información

a la frase menos esperada).


Quería llorar

pero las lágrimas llevaban tanto tiempo

en su interior


que se habían fosilizado.


Su dolor era inmenso:


los recuerdos: las risas, las complicidades,

¡tantas cosas!


se superponían

en sus pensamientos,


le costaba traducirlas,

transcribirlas, ¡contarlas, compartirlas!


se quedó tiesa

por un largo rato.


Su madre

entró en la habitación

en donde su ex-alegre hija


leía, descansaba,

tenía aquellos otros sueños,


¡los sueños que invitan a seguir soñando!


le preguntó.


Mas ella no pudo responder nada.


Su progenitora

pensaba que aquello había acabado

hacía rato.


Al parecer,

no era tan así.


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La gente del entorno de su amado

no tenían idea de su existencia;


al menos, eso es lo que ella suponía.


Lo cierto

es que estando a punto de morir,


balbuceó su nombre

y pronunció otras palabras,

en un débil grito agónico,


a lo que ninguno de los presentes-ausentes

prestó la menor atención.


Ni esa persona que desconocía

y le había anunciado lo que jamás imaginó


ni quien fuera,


volvieron a comunicarse

con ella.


Así fue que la mujer

nunca se enteró del último gesto,

antes de partir,


que le había sido 

indudablemente,


destinado.







Cristina Del Gaudio

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