"¿El mundo fue y será
una porquería?...",
(parafraseando algunas palabras de una estrofa del famoso tango
de Enrique Santos Discépolo).
No lo creo así.
El mundo, si lo concebimos
en su totalidad,
si lo pensamos
como el reinado de la naturaleza
que involucra vegetación, montañas,
lagos, mares, sol, cielos azules, grises,
lluvias,
¡arco iris!
manos entrelazadas,
abrazos, caricias, alegrías compartidas,
amistades verdaderas e inseparables,
¡amores increíbles!
de antes,
de ahora,
no fue, no es, ni será
una porquería.
El tema
está en algunas personas.
Personas
que en lugar de sumar,
de agregar valor
en el ámbito
en que sea,
limitan, impiden,
obstaculizan,
se insensibilizan,
¡destruyen!
el mundo, la vida,
no se limita a esos depredadores.
También y básicamente
a los que intentamos poner algo de nosotros,
más o menos, todo lo que podemos,
de lo que somos capaces;
se trate de profesionales,
artistas, obreros, artesanos,
científicos, emprendedores, comerciantes,
¡políticos!(los hay)
que contribuyen a que algo,
alguien, algunos mejoren, crezcan,
aprendan, se beneficien de un modo u otro;
es decir,
gente a quien importa no solo de sí misma,
de sus propios intereses,
a costa de lo inimaginable -o imaginable-;
gente que tiene empatía con el otro,
que lo acepta, que lo ayuda,
que lo escucha,
que lo apoya
en sus pensamientos,
en sus acciones,
¡en sus sueños!
gente que cree, confía
en que todo puede ser distinto,
en que depende de cada uno,
en que la buena energía, disposición,
la honradez, la voluntad,
¡el espíritu!
influyen
determinan
instalan
en las mentes, en los corazones,
la factibilidad de un pueblo, una región,
un país
que todos merecemos,
que todos deberíamos merecer,
-haciéndonos parte
de ese mérito-.
Integrar el cambio,
lo distinto,
lo que aporta,
lo que empuja,
lo que incita a mejorar,
a pelear
el día a día,
con todas nuestras fuerzas,
¿utopía?
no lo creo.
Aun confío en las personas,
soy consciente de que no todas
tiran para abajo.
¡hay mucho por hacer,
por probar, por intentar!
en pos de un universo amable,
de una convivencia que implique contención,
comprensión.
En conclusión, me inclino a pensar
en que el mundo
no fue, no es
ni será
una porquería.
(Con perdón
del genial Discépolo)