Salen
en busca de algo
que creen necesitar,
en busca de...
Salen,
algunos, con miedo,
otros,
como si tal.
Salen
por no estar encerrados,
por miedo a que le impidan salir.
Por miedo.
Vuelven.
Algunos, no desearían volver
pero parece que el afuera se tornó peligroso
y el calor es agobiante;
salen y temen salir,
entran y temen entrar.
Así,
el ser humano,
-lo que queda de ese ser
y de su humanidad-
transita sus días,
sus noches, sus desvelos;
el amor, la pasión,
los sueños que apuntan
a cierta posibilidad
encerrados,
ocultos,
casi ignorados;
siempre odié una palabra:
supervivencia.
Y dije,
aún digo:
prefiero esta otra,
que lo dice todo,
que lo abarca todo,
que reconstruye
el sentido.
La palabra que prefiero,
así hoy resulte impronunciable,
vana,
es, claro,
vida,
siempre vida.
Lo representa todo,
está con nosotros
y en nosotros,
a pesar de que
nos tiente la idea de bajar los brazos;
está en esas voces, apenas audibles,
quizás, lejanas;
está en este escrito,
en los que intenté y no sucedieron,
en los que deseché;
está
en los que vendrán,
en lo que vendrá.
¡Está en la Navidad!
no falta mucho,
no falta nada.
Tal vez, sería preciso
despejar las pelusas
del espíritu indolente,
reencontrarse
con ancestrales quimeras,
para crear nuevas,
¡y apostar
por ellas!
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