jueves, julio 13, 2023

Tarareando una canción

Aturden las voces,


se siente un nudo en el estómago,


¡ese agónico sonido!

imposible ignorarlo;


sin embargo,

ellos pasan,


dicen, hacen

lo conveniente;


prometen,

afirman,

¿convencen?


entretanto,


se huele 

el padecimiento.


Se huelen el descontento,

el miedo, la aniquiladora incertidumbre.


¿hasta cuándo?


nadie lo sabe,

solo lo desean,


o ni siquiera.


Llegará el momento.


¿Llegará?


Optemos por ilusionarnos,

por visualizar nuestras risas


sin esfuerzo, espontáneas,


¡el retorno de la paz!


¡Poder ir a cualquier parte,

a cualquier hora,


deteniéndonos

en donde sea,


con quien sea,

el tiempo que sea!


¿llegará ese día

en que perderemos el miedo,


en que nos perderemos por las calles

sumidos en nuestros pensamientos,

tarareando una canción,


sin tener que estar obligados

a preservarnos del entorno?


¡tiempos gloriosos, en que volveríamos a expresarnos

libremente,


a gritar 

nuestros objetivos, nuestros logros,


nuestros sentimientos,


sin temor

a que nos lo obstaculicen!


-a vivir,

en fin...-


entretanto,


todo va colapsando

todos lo soportamos,


llorando, maldiciendo,

compartiéndolo o no,


lo soportamos.


Las miradas

cambiaron,


son miradas vacías.


los sueños,

pesadillas.


¡Y nadie halla la salida!


la flor 

se deshace en el pantano;


cuesta

plantar una nueva:


¡la flor azul!


aunque hay un pequeño anhelo,

una pequeña esperanza,


cada vez más pequeña


que es imperioso sostener,


para no darse cuenta

y a la vez, darse cuenta


de que nada volverá a ser

como era.


¿Cómo era?


solo quedan flashes

color sepia


de una existencia anterior


de ínfimas, deliciosas

cotideaneidades;


del regreso de ese descanso reparador,

de esos gestos de empatía,

de afecto, 


¡de esos amores!


¡Tantas experiencias oníricas

inolvidables!


apenas, flashes


-depende de nosotros-.


No digo volver,

no digo recuperar las fotografías naftalínicas.


Digo retornar

a ese rincón especial


el que nos hizo, nos hace

ser quienes somos,

hacer lo que más nos gusta,


gozar


pese a las dificultades,

a las carencias, al desasosiego.


Si acudimos a ese sitio 

siquiera, por un instante


podríamos revivir

siquiera, por ese instante


lo que en verdad importa

lo que siempre, en verdad, importó;


pues ese punto disparador

de las más intensas emociones


sabe de caricias en el pelo,

de palmadas en la espalda,

de edredones mullidos,


de palabras 

que se adecuen


a nuestras actuales

circunstancias;


entonces

nuestra imaginación

volvería a proyectar en su pantalla gigante


ese film,

absolutamente restaurado


que nos detendría,


nos devolvería

a nuestro sitial:


la película del existir,


¡la película

más premiada!







Cristina Del Gaudio

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