Aturden las voces,
se siente un nudo en el estómago,
¡ese agónico sonido!
imposible ignorarlo;
sin embargo,
ellos pasan,
dicen, hacen
lo conveniente;
prometen,
afirman,
¿convencen?
entretanto,
se huele
el padecimiento.
Se huelen el descontento,
el miedo, la aniquiladora incertidumbre.
¿hasta cuándo?
nadie lo sabe,
solo lo desean,
o ni siquiera.
Llegará el momento.
¿Llegará?
Optemos por ilusionarnos,
por visualizar nuestras risas
sin esfuerzo, espontáneas,
¡el retorno de la paz!
¡Poder ir a cualquier parte,
a cualquier hora,
deteniéndonos
en donde sea,
con quien sea,
el tiempo que sea!
¿llegará ese día
en que perderemos el miedo,
en que nos perderemos por las calles
sumidos en nuestros pensamientos,
tarareando una canción,
sin tener que estar obligados
a preservarnos del entorno?
¡tiempos gloriosos, en que volveríamos a expresarnos
libremente,
a gritar
nuestros objetivos, nuestros logros,
nuestros sentimientos,
sin temor
a que nos lo obstaculicen!
-a vivir,
en fin...-
entretanto,
todo va colapsando
todos lo soportamos,
llorando, maldiciendo,
compartiéndolo o no,
lo soportamos.
Las miradas
cambiaron,
son miradas vacías.
los sueños,
pesadillas.
¡Y nadie halla la salida!
la flor
se deshace en el pantano;
cuesta
plantar una nueva:
¡la flor azul!
aunque hay un pequeño anhelo,
una pequeña esperanza,
cada vez más pequeña
que es imperioso sostener,
para no darse cuenta
y a la vez, darse cuenta
de que nada volverá a ser
como era.
¿Cómo era?
solo quedan flashes
color sepia
de una existencia anterior
de ínfimas, deliciosas
cotideaneidades;
del regreso de ese descanso reparador,
de esos gestos de empatía,
de afecto,
¡de esos amores!
¡Tantas experiencias oníricas
inolvidables!
apenas, flashes
-depende de nosotros-.
No digo volver,
no digo recuperar las fotografías naftalínicas.
Digo retornar
a ese rincón especial
el que nos hizo, nos hace
ser quienes somos,
hacer lo que más nos gusta,
gozar
pese a las dificultades,
a las carencias, al desasosiego.
Si acudimos a ese sitio
siquiera, por un instante
podríamos revivir
siquiera, por ese instante
lo que en verdad importa
lo que siempre, en verdad, importó;
pues ese punto disparador
de las más intensas emociones
sabe de caricias en el pelo,
de palmadas en la espalda,
de edredones mullidos,
de palabras
que se adecuen
a nuestras actuales
circunstancias;
entonces
nuestra imaginación
volvería a proyectar en su pantalla gigante
ese film,
absolutamente restaurado
que nos detendría,
nos devolvería
a nuestro sitial:
la película del existir,
¡la película
más premiada!
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