¡Soñaba
con tantas cosas!
esos sueños
fueron cambiando
con el tiempo:
los problemas,
la vida.
Soñaba
con ese viaje,
con esa nieve
que nunca pude conocer;
soñaba
con ese amor
que yo misma
y no sé por qué
contribuí, en gran parte,
a que no me fuera destinado.
Soñaba
con escribir,
escribir y escribir.
Eso, al parecer,
lo logré,
lo sigo haciendo,
lo seguiré haciendo
siempre con la complicidad
de quienes me lean;
haciéndolo por mí
pero también por ellos,
por todos;
en algún fragmento
de aquella otra existencia
pensaba
-o no necesitaba pensarlo-
que esa alegría genuina
que impregnaba mi alma,
mi presencia, todo mi ser,
jamás se interrumpiría.
Nunca imaginé, siquiera,
que los años
acarrearían tantas decepciones,
tantas ocasiones con las manos vacías
vacías y cansadas
rotas
de esperar, esforzarme
y seguir esperando
lo que jamás sucede.
De todos modos,
no renunciaré a mis ilusiones,
así suponga
que podrían ser imposibles;
¿qué haría un poeta
sin sus quimeras?
la realidad
es bastante aplastante
como para impedirse
esas aventuras oníricas
dormido, despierto,
veré
lo que mi inconsciente
sugiera;
lidiaré con ello,
lloraré
o gozaré,
reiré;
podrán
empañar mi realidad,
dificultarme
lo que sea, como sea, quienes sean,
-casi siempre o siempre los mismos-
pero nunca, ¡nunca!
podrán extinguir mis sueños.
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