Con el tiempo,
algunos vamos viéndolo todo
y a todos:
conocidos, amigos,
compañeros, vecinos,
¡familiares!
desde otro punto de vista.
Nos quitamos el ropaje en blanco o negro
y nos sumergimos en los grises;
alguien
que nos insultó, nos lastimó,
se convierte:
un cambio de perspectiva
puede transformar ese hecho
¡y tantos!
observarlo o imaginarlo
y ver, realmente, al ser humano que es,
con sus debilidades,
sea por miedo, por ignorancia, por orgullo
¡cometió un error!
tal vez. no pudo con tal o cual situación;
¡no era en nuestra contra!
¡no era apuntando
a nuestra persona!
así, dejamos de colocarnos
de algún modo,
en el rol de víctimas.
Comenzamos a reconocer nuestras propias equivocaciones,
probablemente, nuestra manera de juzgar haya sido inflexible,
sin habernos detenido, en muchas ocasiones,
frente al panorama completo;
claro que nos faltaba experiencia
y eso se adquiere con los años,
con las distintas vivencias;
nadie fue tan malo
como uno lo instaló
¡malgastar vida
con excesivos enojos, sufrimientos!
se trata de empatía.
Eso es ponerse en el lugar de tantos,
-también ellos en el nuestro, desde ya-.
Pero el tema acá
es con uno;
lo que hagan los otros
es su problema,
bastante arrastramos
nuestros pesados prejuicios,
nuestros injustificados desprecios;
maltratamos
a quien o quienes
no lo merecían.
Y aunque
hayamos considerado que lo merecían,
así nuestro padecimiento
hubiera sido terrible,
no sirve,
solo destruye
quitarse energía,
¡quitarse ánimo, sonrisas,
alegría!
llorar
hasta extinguirse.
No sirve.
Asumir nuestras fallas,
sin dejar de ver las de los demás
es crecer.
El otro
es uno.
¡Cuántas veces
condenamos
palabras, acciones
que nosotros mismos
cometemos!
Y no nos damos cuenta.
Hasta que un día
nos sentamos
a pensar,
a intentar comprender,
aceptar,
nos decidimos a observarnos en el espejo
pero no de reojo.
Nos miramos de frente,
como sea que estemos o nos sintamos;
entonces...
¿no tuve que ver también
en esto?
¿no fui partícipe
de lo que tanto critico?
¿no soy también "malo",
según las circunstancias?
muchas veces,
no se trata de amores, desamores, abandonos;
se trata
de nuestro orgullo herido:
Lanzamos, entonces,
miles de flechas venenosas.
Luego, probablemente,
nos sintamos culpables,
¡pidamos perdón!
pues tal vez sea
demasiado tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario