viernes, agosto 18, 2023

Luces enceguecedoras

 Unos

 porque lo permiten todo,


 -a cambio de ciertos favores, claro-;


Otros

porque restringen, exigen, demandan,

se atienen a las leyes, controlan;


y los hay

que son una especie de mezcla rara

de los anteriores;


en tanto, la gente sigue


como puede;


por allá,

en medio del agua,

inundados hasta los ojos


esperando


a alguno de estos tres grupos,


¡alguien que se ocupe,

que encabece el pedido de ayuda,

que se moje los pies con ellos!


¡eso!


¡que se mojen los pies

con ellos!


ninguno


de cualquiera de los tres

sabe de miseria,


de no hallar el modo, los medios

para obtener el dinero

que sustentará la comida diaria;


ninguno

corrió a micros


por la mañana,

muy temprano


con ese miedo

a que lo asalten,


a que ataquen a alguno de los suyos,

¡a que lo maten!


si alguno de "ellos",

-los privilegiados, digamos-,

fue pobre,


es solo una anécdota,

¡hasta romántica!


en busca

de más y más enaltecimiento,


¡poder, dinero,

dinero, poder!


a los tres grupos

les interesa lo mismo;


en tanto,


la buena gente

cuenta las monedas


para pagar lo que puede,

comprar lo mínimo, si es que llega,


¡y solo soñar!


¡apenas, soñar!


con ese logro, ese objeto,

ese viaje, ese propósito;


se les dice

que no quieren trabajar.


Los hay, claro que sí.


Pero también

están los que "perdieron",


en un mundo

donde se vive en competencia,


se habla de ganadores y perdedores,

se arroja en la cara  de los más humildes


las casas más suntuosas,

los automóviles más lujosos,


en fin,


todo eso y más,

todo a lo que probablemente,


nunca lleguen a acceder.


Desde su humilde morada

los enceguecen las luces de la tele,


los brillos de los vestidos,

los trajes importados de los presentadores,


¡sus anécdotas!


¡tan distintas

a sus historias sencillas,


a su vida

con poco y nada,


a veces, nada!


así es el mundo

en que ¿vivimos?


nos convertimos en bestias,

-sin pretender ofender a ninguna especie animal-;


uno camina por cualquier calle

y nadie cede el paso,


si pueden, te arrastran

y nadie o muy pocos

se detiene a disculparse;


por eso, esa indiferencia

ante tantas escenas

de gente en medio del agua,

tormenta tras tormenta;


en algunos sitios, 

sin agua potable,

sin alimentos,


sin la posibilidad

de salir, de emerger,


de hacer algo

por sí mismos,


por los suyos.


Es fácil

criticar


detrás de una computadora, una tablet,

un celular;


es fácil 

decirles: "vagos de...".


Claro que los hay,

claro que existen quienes

prefieren vivir de otros, a cambio de lo que fuera

y en las condiciones que sean;


pero los hay

con dignidad.


Yo tuve, tengo la posibilidad de estudiar,

de leer muchísimos libros,


¡y tengo la posibilidad

o la suerte, habilidad, como sea


de escribir!


trabajé en distintos empleos

durante años;


pero pude acceder

tiempo después a la Universidad.


No todos pueden,

por varios motivos:


no todos cuentan con el apoyo necesario,

la contención, ¡el ejemplo!


más allá 

de las posibilidades materiales.


y los que pudimos tanto

de lo que no pudieron tantos


nos quejamos;


queremos siempre más y más,


nos comparamos con los que obtuvieron

esto y aquello;


no nos cuidamos,


no cuidamos nuestra cabeza,

¡nuestros pensamientos!


para así, modificar, reaprender,

aceptar, entender


lo que en verdad


la vida, no solo la nuestra,

la de los demás


significa;


y qué podemos hacer,

cómo podemos ayudar


a que algo, mínimo, siquiera,


siquiera estas, otras líneas


hagan ver,


contribuyan a ese posible regreso

a la humanidad,


en todo el sentido de la palabra.



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Cristina Del Gaudio

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