jueves, agosto 10, 2023

La enredadera seguía allí

 ¡Detengan a ese tren!


 -gritó-

 pero por dentro;


las lágrimas

le cerraban la garganta,


silenciaban

sus palabras;


¡el tren tan esperado!

pasó, una vez más,


un remolino de polvo a su alrededor,

¡y ese estruendoso ruido!


la enredadera violeta

seguía allí,


también los árboles,

los arbustos,


como si nada.


Es que nada 

ocurrió.


Nada

de lo que ella (¿y él?)

habían imaginado,


soñado, siquiera.


Ella se quedó en la estación

por si se arrepentía.


Otros trenes

se anunciaron para esa tarde,


como todas.


Pero él nunca regresó.


Ni esa ni otras tardes,

ni mañanas, ni noches;


pudo más 

el temor a enfrentar una realidad


nunca esperada,

menos, deseada;


El mundo de la fantasía

ya les era ajeno.


Poco

podía hacerse


para reconstruir

un universo compartido


que no perdiera, enseguida,

la magia.


Ella

volvió a su casa.


Las vías

durante un largo tiempo,


desiertas.


El viento invernal,

impiadoso


azotaba las ventanas.



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Cristina Del Gaudio

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